Hoy la crónica tiene que ser corta, ayer pasé demasiado tiempo tecleando con el móvil.
Me habían advertido que la de hoy era una etapa durísima lo cual hizo que me la tomase con todo el respeto del mundo. No tenía prisa, así que recogí todo y me bajé a desayunar para salir a las 9:30 desde el convento de San Nicolás de los Paúles de Villafranca del Bierzo, agradeciéndoles su hospitalidad conmigo.
Primer contratiempo: no había llovido nada en toda la noche, pero justo cuando iba a salir (en la foto, junto el convento de los Paules) se pone a llover de lo lindo, pero fuerte de verdad. Paré y me puse el chuvasquero que había comprado en el Lidl y que incluye incluso funda para el casco y patucos para los pies, cubrí bien todo y tiré para adelante. A los 5 km ya no había lluvia y tampoco llovió en toda la etapa. Paré unos minutos para "desfundarme".
Hice los primeros 20 km en hora y media, siempre picando para arriba, sabiendo que lo peor estaba por llegar. Aproveché para el rezo del Rosario en marcha. A partir de Las Herrerías, como por arte de magia, todo comenzó a coger un desnivel acojonante delante mía. Puse el desarrollo más pequeño y eché mano de la fuerza que había guardado para esa ocasión, aunque reconozco que fui algo rápido aquellos primeros 20 km.
Duro, realmente duro subir tanto y con esa pendiente, sabiendo que eran 8 km pero viendo en el forerunner que los metros casi no avanzaban, demasiado lentos. Comencé a flaquear y me preguntaba cómo me podía pasar eso con el desarrollo más fácil puesto en la bici (catalina pequeña y piñón grande). En ese momento me acordé de la Virgen y se me ocurrió ponerme a rezar. Sí, rezar, que para eso me he venido a hacer el Camino. Seguro que algunos no lo entendéis, pero es la mejor ayuda que se puede encontrar. Y me pasó la cosa MÁS SORPRENDENTE DEL MUNDO: empecé a escuchar el latido fuerte de un corazón, pero no era el mío, miré para atrás y no vi a nadie porque miraba con los ojos. Volví a mirar con más detenimiento y allí estaba mi hermano Toño, subiendo detrás mía. Pero no iba solo, también estaba Tito y los Esprintes, Ángel Cid, Montxo y los Irmandiños, mi familia al completo... y muchísimos más. Y cerrando la comitiva iba Dios, dándome ánimos y recordándome que toda esa gente me quería acompañar en mi peregrinación.
Llegué al Cebreiro unas 3 horas después de salir. Una niebla cerrada empapaba todo. Muchísimo frío. Me cubrí bien e incluso añadí un mantel de papel, que buenamente me dio la señora de un bar, doblado y colocado en el pecho antes de afrontar la bajada y minimizar así la sensación de frío. Desde ahí el pequeño descenso hasta más sorpresas: dos puertos, el de San Roque y el del Poio... mis rodillas ya pedían descanso. Y ya bajada arriesgada, a 60 km/h, hasta Triacastela con un total de 53 km hechos hoy. La distancia más larga hecha en bici de mi vida. Mañana y pasado seguro que sigo batiendo record.
Y aquí estoy, escribiendo esto desde la habitación de una pensión, donde me acomodé nada más llegar. El venir solo es lo que tiene, no tengo otra cosa que hacer en este sitio. He ido a la misa del peregrino a las siete de la tarde, he cenado y ahora ya hace algo de frío afuera.
Mañana intentaré salir a las 8 para que luego no me afecte mucho el sol. Etapa hasta Palas de Rei de unos 65 km.
Gracias a todos por los mensajes y llamadas de ánimo. Sois muy importantes para mí.
Grande Felipito ¡¡¡¡¡¡¡¡¡
ResponderEliminarPa´lante es pa´lla
Animo meu